viernes, 27 de marzo de 2009
La prisión del placer
Hoy día todo el mundo dice que el dinero no trae la felicidad. Aunque esto sea cierto, lo que de verdad que creo que quiere decir ésta afirmación es que no es lo más imporante en ésta vida para alcanzar la felicidad. Debo decir que no paso por un buen momento de mi vida, bueno, en realidad, dígamos que nunca he pasado por un buen momento pero ésta vez es mucho peor, creo que el estar enamorado de una persona es una enfrmedad incurable, que ataca al corazón y te hace sentir mejor persona cada día. Pero al igual que el enamoramiento puede ser lo más bonito que te puede pasar, el temor al rechazo es el único inconveniente de éste sentimiento. Y cuando de verdad ocurre, es lo que yo definiría cómo "lluvia de dolor"; todos tus preoblemas se vueleven conra ti, cómo si todo se volviera en tu contra. Cómo si todo lo malo ocurriera a la vez. Un estado de fiebre que puede durar de unos cuántos días, a convertirse en una enfermedad crónica, o sea para toda la vida. Y sabes que por mucho que hagas no la conseguirás nunca, porque a ella le molan los chicos "malos", y no los "depres" y bichos raros, cómo tu, esto te hace pensar en ideas de suicidio y preguntas sobre ti mismo. Al saber todo esto, despiertas un gran odio mezclados con sentimientos de amor, que te hce sentir loco, pero no loco por amor, sino loco de atar por intentar alcanzar una mete imposible, cómo estar perdido en un bosque oscuro, y desear incendiarlo para salir de allí, para que arda en llamas de dolor. Uno intenta pasar página y resituarse en su vida, ignorándo a la persona amada. Pero por mucho que corras y huyas, ella te estarás buscando por los siglos de los siglos, para que te vuelvas a enamorar. En realidad, uno sabe que no le importas, pero de ésa pequeñísima posibilidad de un 0,00001% aproximadamente confías en que habrá cambiado de opinión, pero no. Haces todo por ella, y, cómo una grúa, cuando uno está a punto de llegar arriba, las pinzas te sueltan para dar un golpe mayor y más doloroso que el anterior. El odio y el amor se multiplican y se enfrentan en una lucha encarnizada, muy igualada, hasta que llega el momento de explotar: de confundir los conceptos; de enfadarse al amar y de llorar al odiar. Sólo para evitar que esa grúa te vuelva a coger. Me has hecho mucho daño y no te puedo perdonar, y me has enseñado a volar, a soñar y a sonreír, hasta explotar. Ahora confundiéndo dos únicas palabras, me consumo aquí, sólo en la prisión del placer... Te odio...
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