Supongo que a pesar de la perfección con la que fue creado el ser humano, éste mismo sigue sin ser perfecto en su totalidad. Se trata de una máquina, cuyos intricados mecanismos nunca dejan de funcionar, el corazón, el cerebro, los músculos... Todas las partes del ser humano están conectadas para conseguir un objetivo común. Hay quienes dicen que el mismo cuerpo, está vinculado a una parte oculta, una parte que no se puede ver, oír, ni tocar; que suelen llamar el alma. Según dicen, el alma nos permite sentir, dolor, frustración, pena, alegría, júbilo o placer; es el factor que hace que el cuerpo consiga cobrar vida, algo místico y un tanto espiritual.
Siempre he creído que debía de existir algo más, algo que consiguiera configurar el alma con el cuerpo en su perfección, ese lazo de unión que hacía especiales a las personas. Sería algo intangible, y por supuesto, muy difícil de romper, algo que condicionara la existencia. Existía una posibilidad de que fueran las mismas personas, sus relaciones y afectos; o tal vez, en última instancia el dolor que éstas sufría por sus semejantes.
Pero fuera de la manera que fuere, de una forma u otra, configuraba el modo de actuar, pensar y sentir de cada individuo. Y cuando este lazo intentaba romperse nos cuestionábamos sobre el porqué de nuestra existencia, el porqué de esa unión, y de cuales habían sido los sucesos que nos habían guiado extrañamente hasta este punto.
Sin mirar atrás siempre hemos encontrado la forma de restaurar esa fusión que más de una vez ha intentado quebrarse, y que han intentado romper. En algún momento hemos pensado que si lo hiciera, que si nuestro alma se desprendiera, no nos importaría para nada, que a pesar de todo, sería inútil poder enmendar un gran error o curar una profunda herida; que esa cicatriz para siempre formaría parte de nuestra vida.
Las historias, el pasado, el presente, y las acciones futuras siempre condicionan el lazo que une el alma al cuerpo, haciéndonos perder la razón y en ocasiones confundiéndonos hasta el punto de no saber quienes somos en realidad, dándonos paso así a esa locura que nos hace descubrir más de un secreto de uno mismo. Cuando creemos rendirnos, o cuando nos cuestionamos si estamos cometiendo un error, esa unión se refuerza, se hace más fuerte; nos hace algo más responsables, más maduros y mejores personas en todos los aspectos de nuestra vida.
Curar las heridas, reflexionar sobre el pasado, saber elegir, siempre nos ayudará a mantener al corazón y al cerebro en su lugar unidos por ese hilo, sin que en ningún momento tengamos el riesgo de perderlos.
Perpetuamente he pensado que la parte que hace diferentes a los seres humanos no es el cuerpo, ni siquiera el alma, sino el lazo que une a ambos, y la manera en la que cada uno lo utilice.